lunes, 1 de enero de 2001

Lectura 9

 


La misma luna
Felipe Benítez Reyes
I Premio Viaje del Parnaso
Madrid, Visor, 2006




El tiempo es una temática que ha seducido a los versificadores desde siempre. Porque la poesía es su propio tiempo y su rítmica y el reloj constante que mira el escritor. Pero cuando los tópicos temáticos se siguen desarrollando cíclicamente y la escritura juega con el tiempo, difuminándolo en trazos vinculados a la pintura más que a la palabra, se construye un espacio puramente formal, pero no una intimidad participante del entenderse mismo de todo sujeto. Felipe Benítez  consigue lo primero y no se interna en lo segundo. El tiempo aparece en este texto como un constante transcurrir por el preciosimo en las palabra, pero en la imposibilidad de un mundo de ideas que lo sustente, más allá de un cúmulo de nadas (lo fugaz del tiempo, es un enigma, lo etéreo de la expresión poética, la brevedad de todo lo que se vive, el azar como norma vital, todo es un flujo sin sentido, recordar es interpretar, es un laberinto de pérdidas…), donde no se ve al poeta como individuo que fluye fuera de las poses formales y de contenido comunes, a las que intenta ajustar un cúmulo de imágenes volátiles, de una construcción sugestiva al oído, sin roturas.

El título nos transporta al mundo sensitivo y geofísico origen de su concepción de la temporalidad textual. La luna y lo nocturno como paisaje que transcurre desde el sujeto a la materia y viceversa. Noche transitoria, mundo de magia, de duendes, de ficciones,  un estado/espacio de disolución pasajera de la conciencia, en la ciclidad de luz/oscuridad, integridad/descomposición, y un momento del que siempre se sale, cediendo ante la luz, que también es transitoriedad. La circularidad entreteje los versos, «para que no olvidemos lo que somos: / un puro divagar sobre qué somos» (El aprendizaje de la pesadilla, pág. 31), «en esta  prestidigitación el mundo existe / del modo en que existimos en él: / reflejados y errantes de nosotros / eco de unas palabras confundidas / sin nada que perder, y tan perdidos» (Arte poética, pág. 51). La espectralidad es el individuo, sumergido en la realidad ecoica de lo escrito. Esa identificación entre lo real y la resonancia de lo versificado, da a este último todo el poder de la realidad, la sumerge en la textualidad, donde el escritor es un sujeto resonador de su obra, y así circularmente sin salida, sin solucionar la vinculación entre lo que sucede y su interpretación.  Si el tiempo es lo que huye de cualquier permanencia, un flujo de ficciones inaprehensibles, el problema es cómo resituar al sujeto en este tópico desaliñado y desanclado de lo real. Porque la realidad no es una poética a la que le es imposible fijar nada en ningún lugar, sino que es una actualidad que se desarrolla en sí misma y en su propia dinámica temporal. El problema está en incardinar el tiempo del texto y el del escritor como hechos separados, pero que se encuentran  para generarse como problema que atraiga aquello que puede hacer al sujeto portador de su propia historia. No se puede preguntar quién soy al texto, sino textualizar que lo que soy es una biografía y que una de sus muchas posibilidades es lo que se dice en un libro de poemas.

Bibliografía

El tiempo y sus fantasmas en la poesía de Felipe Benítez

Blog de Felipe Benítez




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